4 DE ABRIL DE 2016, "MIL OPORTUNIDADES"
Salimos del muelle de Morrojable a las seis de la mañana, con la intención de llegar con luz al puerto de Las Palmas (Gran Canaria).
Rumba, nuestra perrita más joven, disfruta de la navegación y conoce por primera vez a sus compañeros de viaje, los delfines.
La previsión es muy acertada y llegamos al muelle deportivo de Las Palmas antes de que se ponga el sol. Nos reciben estructuras destinadas a extraer petróleo, lo que nos deprime un poco, pero la curiosidad que despierta la llegada a un nuevo lugar es más fuerte.
Enseguida nos llegan recuerdos del puerto de Barcelona al ver fondeados varios mercantes que esperan la autorización para entrar a descargar y cargar mercancía. Es la gran ciudad.
Para nuestra sorpresa los marineros son muy eficientes, simpáticos y amables. Nos habiamos acostumbrado a Fuerteventura, donde los marineros brillan por su ausencia y los que existen tienen un único objetivo (cobrar) e incluso para pagar tienes que armarte de paciencia. Es curioso, porque si en los puertos de Fuerteventura echas una amarra al marinero él se aparta, la única función de su cargo que recuerdan es la de informarte de que tienes que pasar por capitanía...
Por suerte, en Gran Canaria hay marineros y personal cualificado, y además son amables. Cuando llegamos nos informan de que no disponen de amarres libres, pero mueven cielo y tierra para hacernos un hueco y lo consiguen. Y para más alegría es el puerto más económico en el que hemos estado nunca, y con todos los servicios.
En cuanto atracamos en el muelle de recepción, recibimos la visita de unos amigos, Sergio y Neus, ex-vecinos del Port Balís, Cataluña. Esta pareja, que deben tener entre 50 y 60 años, llegó de Barcelona el pasado octubre con su velero y cumplió uno de sus sueños.
Nos arrastran a su barco, el Rosmarinus, a cenar. Neus es una excelente cocinera, le interesa muchísimo la cocina macrobiótica y siempre aprendemos algo de ellos. Esa noche caemos en la cama rendidos pero al día siguiente ya estamos como nuevos.
Una semana después Héctor tiene mil ofertas de trabajo, como músico y como carpintero, lo que acaba de decidirnos para quedarnos una pequeña temporada aquí. A mi me encantaría trabajar en educación pero de momento me tendré que conformar con educación canina, pues Rumba ha de aprender bien una lección: "el barco no se come".
La semana pasada se comió dos cables que bajan del mástil (la luz de cubierta y la antena de la radio), suerte que no le ha dado por los muebles. Pero es un peligro, tanto para su salud estomacal como para nuestra salud cardiaca, así que de momento mi objetivo primordial es educarla.
La gran ciudad, nunca pensé que me hiciera tanta ilusión estar en un puerto con mil amarres. Pero así es. Hay navegantes de todas partes del mundo que recalan en la capital con el fin de llenar arcas y comprar lo necesario para continuar, la mayoría con necesidades e inquietudes parecidas a las nuestras. Aquí es muy fácil conocer gente y desde la primera semana convertimos en rutina quedar los viernes en algun barco, con la excusa de celebrar que llega el fin de semana.
Hacemos amistades muy interesantes, con un pasado que darían para hacer interesantes películas (algunos las han hecho). Compartimos muchas ideas y experiencias, sobretodo de barcos y aventuras en la mar. Son noches en la que la diversión está garantizada.
Nuestra intención antes de conocer la ciudad era descansar unos dias, hacer coladas y comprar lo necesario para continuar pero son tantas las facilidades y oportunidades que ofrece la isla que decidimos vivir el momento y quedarnos un poco más.
28 DE MARZO DE 2016, "NUESTRO PEQUEÑO GRANDULLÓN"
Biel, nuestro sobrino de casi dos años llega a la isla. Nos invade una gran desilusión desde que sabemos que tendremos que desplazarnos 120 kilometros para verlo y que con suerte lo veremos un par de dias. En nuestras mentes habiamos imaginado una semana de sobrino en el barco y de ruta por el sur de la isla.
Tenemos que ir al norte, lo que no nos atrae, pero por ver a nuestro pequeño grandullón lo que sea.
Por primera vez pasamos el día de la Mona (lunes de pascua) con nuestro sobrino, y disfrutamos como niños planificando, creando y grabando un pastel personalizado, como padrinos que somos y como manda la tradición catalana.
Este pastel representa el océano, su fauna, las islas canarias, su flora y el Om (nuestro velero). Todo creado con dulces, chocolate y gominolas que muchas veces no llegan al pastel, ya que la tentación de los pasteleros es grande.
Biel no hace ni caso al pastel, solo tiene atención para las perritas y para sus tíos, lo que encontramos muy gracioso después de las muchas horas dedicadas al dichoso dulce. Por suerte lo tenemos grabado y cuando sepa apreciarlo seguro que le hace ilusión, igual que a mi otra ahijada catalana, Daina.
Fran, un amigo, viene a pasar una semana con nosotros y no le importa en absoluto que nos lo llevemos de tour familiar unos dias. Son dias muy aprovechados de familia, playa y juegos y las noches son aún más preciosas, las tiendas de acampada, las sombras, las dunas, la luna llena, la despedida que esperábamos de Fuerteventura.
Por fin logramos decirle adiós y poner rumbo a Las Palmas.
15 DE MARZO DE 2016, "LA HISTORIA, CONFUSA Y MISTERIOSA"
El mes está lleno de agradables visitas.
Mi hermana Marta llega desde Barcelona dispuesta a conocer la isla y a su nueva sobrina peluda. Rumba no la deja respirar, la quiere solo para ella. Se emociona tanto que el primer día nos vamos a pasear una playa virgen que hay a dos minutos del barco, Las Coloradas la llaman por el color de las montañas, un paraiso.
Rumba está tan excitada de tener una nueva "víctima" con la que jugar que empieza su cortejo subiendo y bajando una enorme duna y dandose un chapuzón en el mar de vez en cuando. Nos preguntamos como puede tener tanta energía.
Por la tarde hace una siesta tan larga que empalma con la noche.
Las visitas suelen dormir muy bien con el balanceo del mar y Marta apenas se entera de los agudos lamentos que salen del camarote de proa. La perrita tiene unas agujetas bestiales, y no me extraña. Nos da mucha tristeza verla así, con lo activa que es y apenas se puede mover.
Vamos al veterinario que nos manda unas pastillas antiinflamatorias que le calman bastante, aunque durante una semana cojeará.
Alquilamos un coche con el que recorrer la isla y la primera excursión es a Cofete, que nos deja boquiabiertos. Esta zona se encuentra a escasos kilometros de Morrojable pero no me esperaba que la carretera se encontrara tan deteriorada.
Es un camino de tierra por el que apenas pasa un coche, lo que nos obliga a ir muy despacio y atentos. Conforme subimos la montaña las vistas son más impresionantes, pero no logramos ver el pueblo. Cuando llegamos nos percatamos de que no hay pueblo, hay cuatro chavolas, un bar-restaurante y, a lo lejos, al pie de la colina una gran casa.
Se trata de la casa Winter, de la que tantas leyendas me han contado. Tengo especial interés por conocerla, ya que hace unos meses leí una novela basada en ella ("Fuerteventura" de Alberto Vázquez-Figueroa).
Muchos son los rumores que hablan de como sirvió de base a los oficiales de la marina alemana de la 2ª guerra mundial. Por lo que cuenta el autor, los submarinos esperaban la llegada de combustible en La Bocaina entre Lanzarote y Fuerteventura, aprovechando que era zona neutral, eso me lo puedo llegar a creer (aunque un velero nunca elegiría fondear entre las islas durante largo periodo, pues se forman los temibles canales de aceleración, no obstante de submarinos entiendo poco o nada) pero el resto de la historia debe ser ficción.
Sin lugar a dudas el apellido Winter tiene un gran papel en el desarrollo de la Isla. Cuentan que construyó una pista de aterrizaje cerca de la casa y debido a ello especularon sobre su vinculación con el régimen nazi. Su hijo escribió sobre el tema hace unos años y aporta datos que lo desmienten. Al parecer la casa se acabó de construir mucho más tarde, muy lentamente, a causa de que los materiales desembarcaban por la costa de sotavento (lógico, pues en Cofete el mar es muy bravo) y eran transportados con burros o camellos hasta que su padre construyó la actual carretera.
La casa está alzada sobre un antiguo granero y el lugar elegido es porque en aquella época la población de Jandía se asentaba en Cofete. Otro dato que aporta es que Winter construyó la pista de aterrizaje para que el equipo de salvamento pudiese aterrizar y salvar a su mujer de la muerte, ya que tuvo una grave hemorragia provocada por un aborto natural. También nos cuenta que construyó los primeros hoteles de Jandía y consiguió inversores para la Isla.
Lo único que tengo claro es que la historia siempre cambia dependendiendo de quien la cuenta. Los mismos protagonistas en una historia son los héroes y en otra los malvados...
Aún y así siento curiosidad por conocer la casa, ya que actualmente está aislada del mundo. Cuando llegamos vemos un gran cartel con un horario para visitas, pero tocamos a la puerta y responde un ladrido de perro. Leemos una nota que cuelga a un lado de la puerta, donde se explica que un familiar se está haciendo cargo de la casa, ya que hace unos años vino a visitar a sus tios (que sufren una discapacidad mental) y los encontró, igual que la casa, muy dejados.
En este cartel el familiar se ofrece a enseñar la casa a cambio de una colaboración. Mientras esperamos alguna respuesta humana, bordeamos la casa, una ventana nos llama la atención ya que de ella sale un lamento, algo parecido al llanto de un niño. Sea lo que sea se calma, creo que viene de la planta baja. En el exterior podemos ver un pequeño "taller" construido sobre un suelo de rocas, con trampillas disimuladas pero visibles. La verdad es que la casa por fuera es misteriosa y, como todo lo antiguo, posee ese enigma encerrado.
Pensamos que bajo el falso suelo quizás se encuentra el viejo granero sobre el que se construyó la casa.
A nuestro alrededor las cabras trepan la montaña, las gabiotas curiosas sobrevuelan la torre del caserón, las rejas de las gruesas ventanas se oxidan, el sol se pone tras los muchos kilometros de playa de Cofete, la niebla acecha. Llega el momento de irnos y lo hacemos con la impresión de haber pisado el escenario de un cuento de los de antes, donde el final feliz aún no ha llegado...
La semana de visita se va entre excursiones por mar y montaña, risas y comilonas. Aprendemos a hacer mermelada de higos tunos (o higos chumbos que es como yo los conocía) recien cogidos y nos maravillamos al descubrir un poco más la fauna de esta magnética isla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Tu opinión nos importa! Ayúdanos a mejorar y a estar en contacto contigo con tus comentarios.